"La fuerza de la Manada es el Lobo, y la fuerza del Lobo es la Manada"
Rudyard Kipling
Prendes la televisión y ves en la pantalla una familia donde los niños corren, gritan, hacen berrinche, se cuelgan de sus padres, que están a punto de volverse locos. Entonces, para fortuna de grandes y pequeños, llega la "super niñera", y utilizando unas técnicas revolucionarias, como regañar a los niños y ponerlos en "tiempo fuera", logra poner orden. El show termina cuando esta superheroina deja atrás una familia feliz.
Hay varias razones por las cuales no me gustan las técnicas utilizadas por la super niñera, pero hay algo que no puedo negar: funcionan.
Pero antes de aceptar ciegamente los consejos de una disciplina férrea -que nada tienen de nuevo y cuyos efectos a largo plazo no puede mostrar el programa- habría que preguntarnos, ¿por qué funcionan?
No tengo duda alguna de que el miedo inducido por un castigo o por la amenaza de ser separado de "la manada" puede ser suficientemente fuerte para obligar a nuestros hijos a comportarse de acuerdo a las reglas de la casa, pero, ¿caso no habrá una forma diferente de hacerlo?
Pero antes de empezar en ese punto, necesito aclarar algo: los límites deben existir.
Los límites pacifican (o eso dicen los psicólogos).
Yo creo lo siguiente:
Un niño, por su naturaleza, va a tratar de hacer todo lo que esté a su alcance, tratando de superar las barreras que encuentra: barreras a la comunicación, a la movilidad, en cuanto a lo que puede hacer, en cuanto a lo que los demás pueden hacer por él, etc. En ese tratar de expandirse puede llegar quebrantar las reglas de la casa, y si no ponemos un alto, pronto nosotros seremos como los protagonistas del programa, con niños colgados de nuestras piernas, rompiendo cosas y exigiendo de nosotros más de lo que podemos dar.
Al poner límites ocurren varias cosas
-Le ayudamos a nuestros hijos a enfocar mejor sus energías. Sin limites dispersará sus energías en todas direcciones, y no aprenderá a perseguir sus deseos.
-Lo recibimos dentro de la familia, dentro de "la manada". En varias tribus se llevan a cabo rituales para aceptar a los niños que se convierten en adultos como parte de la tribu. El convertirse en parte de la tribu es algo importante, aunque conlleve nuevas responsabilidades… o tal vez precisamente por ello, pues contribuir a un todo más grande que nosotros nos da grandes satisfacciones. Lo mismo ocurre con nuestros hijos.
-Le dan confianza para decir no, pues al entender que hay reglas que debe acatar, también entienden que pueden exigir que se acaten. Me piden que yo no pegue, yo puedo exigir lo mismo.
-(Y los padres pueden relajarse y estar más felices, de lo cual también aprenderán los niños)
¿Pero cómo imponer estos límites sin controlar con amenazas (castigos) y sin recurrir al control por seducción (premios)?
Buscando respuestas, encontré referencias al doctor Benjamin Spock, al que se ha apodado "el padre de la permisividad" debido a su primer libro "El libro del sentido común del cuidado de bebés y niños", que alentaba a los padres a ser más flexibles y afectuosos (y de acuerdo con quienes lo acusaron, a fomentar la gratificación instantánea). No he leído su libro, pero de acuerdo un libro que escribió posteriormente, tampoco quienes lo acusaron de permisivo: "Muchos padres me han detenido en la calle o en el aeropuerto para agradecerme por ayudarles a criar bellos niños, y a menudo agregaban que no habían visto referencia alguna a la gratificación instantánea en el libro. Les contesté que están en lo cierto… siempre he advertido a los padres sobre mantener firmeza y un claro liderazgo , sobre dar y recibir cortesía.".
Está claro paraque quienes son más conservadores, sólo hay dos opciones: educar mediante el miedo, o no educar (ser permisivo). Quienes somos más liberales tenemos entonces una gran tarea: encontrar una tercera opción.
Para mi, esta tercera opción debe venir del amor y la razón.
En el particular de los límites, lo primero es darnos cuenta que los límites también pueden ser una muestra de amor (por las razones expuestas). No es necesario gritar para enunciarlos, pero es necesario enunciarlos -y enunciar las razones detrás de ellos-. Cierto, a veces los niños no comprenden del todo la primera vez que les hablamos, pero tampoco ocurre con los castigos. Pero lo que suele pasar es que, cuando la razón falla, recurrimos a los castigos y decimos que el uso de la razón no es suficiente, y sin embargo, cuando los castigos fallan, simplemente recurrimos a castigos o amenazas más grandes. Ante esto, mi recomendación y mi experiencia es: no flaqueen en el uso de la razón, los niños entienden. A veces hay que repetir muchas, muchas veces el mismo mensaje, pero el resultado final es muy diferente al resultado inmediato -pero con repercusiones a largo plazo- del uso de amenazas.
Utiliza los límites de tal forma que el mensaje sea: "esto es lo que hacemos para convivir en familia, esto es lo que hacemos dentro de la manada, de la cual eres parte", en lugar de utilizar "tiempos fuera", castigos o premios, cuyo mensaje es: "si no haces lo que te digo, estás expulsado de la manada". Lo que pretendes es que tus hijos entiendan que hay normas que seguir, pero que nunca, nunca duden de que los quieres, de tal manera que tu amor los acompañe siempre, en lugar de buscar complacerte toda la vida -aún a pesar de lo que ellos deseen- con tal de no perder tu amor.
Buena suerte!
Me gusta este acercamiento hacia la educación, lo único que yo le agregaría será que hay que estar balanceados para poder ser pacientes con los hijos, es muy facil estallar y gritar, pero estando bien balanceado puede uno controlarse más fácil. Lo digo porque me acaba de pasar, intentando dormir a mi hijo, después de una hora de intentar razonar con él para que se durmiera, estallé, lo cual me indica que necesito más balance. Lo bonito fue que después de estallar, mi hijo no se fue ni se enojo, si lloró pero vino corriendo hacia a mi y me dio el abrazo mas fuerte que me ha dado, nos quedamos así abrazados como diez minutos y luego nos salimos a jugar. Bonita lección de amor de mi hijo.