Hoy vi algo muy interesante. Estábamos jugando en el festival de la primavera de mi hija un juego competitivo. El objetivo era que uno de los padres corriera junto a su hijo contra otra pareja de padre-hijo para llegar primero a cierto lugar. Como soy un firme creyente de dejar que mi hija haga las cosas por si misma, cuando nos tocó correr, corrimos al ritmo de mi hija. Pero observé a otros padres literalmente cargar a sus hijos (que no estaban muy complacidos por ello) para ganar.
Lo anterior me llevó a pensar en lo siguiente: ¿Serías capáz de dejar que tu hijo hiciera las cosas por si mismo, a pesar de que con ello sufra después la decepción de perder un premio o algo similar?
En realidad, muchos de nosotros optaríamos por "dar un empujón" a nuestros niños con tal de que ganen, en parte porque no los queremos ver sufrir, en parte por nuestras propias ansias de ganar (¿En qué proporción? Cada quien sabrá).
Si aunamos a esto el hecho de que muchos tenemos una visión de la vida en la que se debe competir, ser el mejor, tenemos una receta para dedicarnos a "empujar" a nuestros hijos por la vida (sin darles oportunidad de que decidan, se equivoquen, aprendan…)
Y sin embargo, al hacerlo estamos dañando dos cosas: la oportunidad que tienen los niños de aprender algo nuevo, y sobre todo y la más importante, la oportunidad de los niños de ser autónomos.
Dice Alfie Kohn que el problema no es que los niños estén fuera de control, sino que los controlamos en demasía. Por supuesto, si nos preocupa demasiado que ganen (y nosotros somos más fuertes, más experimentados, más lo-que-sea) pasaremos aún por encima de ellos con tal de que obtengan el mencionado trofeo, calificación, etc.
No es de extrañar que nos encontremos a tantos adolescentes y adultos que, cuando tienen que decidir (que quieren hacer de la vida, qué quieren estudiar, e incluso que quieren cenar) no puedan hacerlo. Después de todo, nunca tuvieron oportunidad de hacerlo.
Me pregunto si nuestros hijos, al crecer y llegar al tan anhelado Exito que les hemos impuesto serán felices (o por el contrario, se sentirán vacíos, como le ocurre a tantas personas).
Y me pregunto si el día de hoy, ante tanta competencia nuestros hijos podrían saber que los queremos incondicionalmente, o por el contrario, pensarán que sólo son dignos de amor si ganan.