Cuando escribo de desactivación de creencias tienden a ser muy personales. Los escribo con la esperanza de que se entienda el efecto que puede tener una creencia en el sufrimiento que experimentamos, y también para evitar estar hablando de lo que le pasó al amigo de un amigo…
Una vez dicho lo anterior, comienzo con la historia del más reciente tesoro arqueológico de mi inconsciente.
Ayer tuve una discusión con mi esposa. El tema en realidad no interesa. Lo que interesa es que, cerca del final de la discusión (no se preocupen, hubo un final feliz) dije, con lágrimas en los ojos, algo como lo siguiente: «es que me siento fatal cuando me juzgas tan duramente. No soy un monstruo».
… Y el sentimiento aún estaba ahí por la mañana. «No soy un monstruo» era una frase emblemática de algo más profundo, así que decidí hacer un Pain Body Release (es decir, permití que la tristeza y el enojo relacionados fluyeran), y luego comencé mi investigación:
¿Dónde aprendí que soy un monstruo?
Eventos que pude relacionar con esto: tendría 10 años cuando estaba viendo una película de karate (gymkata, por si alguien la vió). Al terminar estaba tan emocionado que intenté una patada giratoria con mi hermana. No tenía intenciones de patearla, pero lo hice. Mi mamá llegó y me dio una tunda. Yo era un peligro para mi hermana.
Años más tarde, los comentarios de mi madre se acercaron mucho a esto de «eres un monstruo» (otras palabras, por supuesto). Y supongo que era lo mejor que podía hacer con un adolescente gritón y gruñon. Y en efecto, una vez discutimos tanto que «salió el monstruo» y rompí la alacena de una patada. Confirmado… yo era un monstruo.
(hay toda una explicación en psicoanálisis sobre la mirada de la madre hacia el primogénito y demás, pero prefiero omitirla para no enredar la historia)
¿Cómo ha afectado mi vida?
Para empezar, si eres un monstruo tienes de dos sopas: o vas por la vida gruñéndole a todos y dejando que te tengan miedo, o te pones un disfraz de humano y tratas de ocultar lo que eres (o lo que crees que eres) de todos los demás.
O dicho de otro modo, traté de «ser bueno» aunque eso implicaba decir que sí aún en situaciones en las que me hubiera gustado decir que no. De cualquier forma, no me sentía como una persona honesta. Soy un fraude. Soy un monstruo disfrazado de humano, y nada de lo bueno que haga cambiará el hecho de que soy un monstruo (eso explica por qué muchas personas me veían como un buen amigo, y para otras era alguien amenazante: algunas resonaban con la persona que estaba intentando ser, y otras resonaban con el monstruo que trataba de ocultar).
Incluso, terminé con varias novias (y esto no es broma) porque «no les convenía», porque yo las «iba a dañar». Incluso mi anterior novia era (o bueno, se comportaba) como un monstruo, pero eso era más seguro: un monstruo no daña a otro monstruo. Y también traté de «rescatarla» de su monstruilidad, o bueno, de su conducta autodestructiva, de su alcholismo, etc. (cosa que por supuesto le enfadaba, pues la colocaba en el papel de víctima y yo en el del valiente rescatador). Después de todo, si la salvaba a ella, también podría salvarme a mi.
¿Es verdad que soy un monstruo?
Roar, wrish wrut.
Por supuesto que no. Pero por mucho tiempo me sentí así.
¿Cómo sería mi vida sin esta creencia?
Más honesta. No viviría con este dilema del doctor Jeckyll y Mr Hyde (por cierto… interesante el nombre de Mr. ¿Hide?). Me sentiría libre de hacer las cosas, y sentiría que las personas pueden estar cerca de mi sin salir heridas. Pondría mi energía en proyectos interesantes en logar de utilizarla en amarrar a un monstruo que ni siquiera existe.
¿Y cual es el futuro?
En este momento estoy trabajando en la parte de la desactivacion:
Ya no necesito creer que soy un monstruo, ya no necesito creer que le hago daño a los demás.
Sé que todavía no he hablado sobre las formas de desactivación… les pido un poco de paciencia. Este blog apenas tiene un mes y medio de vida, y hay muchísimas ideas en mi cabeza y poco tiempo para escribirlas