Creencias: nuestra historia sobre la realidad

La realidad es siempre más bondadosa que la historia que contamos de ella.

Byron Katie

El día que mi hija cumplió dos años le dejamos comer los dulces que quiso. Al día siguiente le dolía «la panza», y mi esposa le dijo que era porque había comido muchos dulces. Desde entonces, cuando le llega a doler nos dice «me duele la panza porque comí muchos dulces».

Es naturaleza humana. Le buscamos una explicación al mundo que nos rodea. Cuando somos niños, hay una etapa en la que preguntamos mucho «…¿y por qué?». Luego dejamos de preguntar y utilizamos las respuestas que ya tenemos, sean o no las adecuadas (hayamos o no comido dulces).

Byron Katie las llama historias, en coaching les llamaban conversaciones (o creencias), en CMR se les llaman creencias, los psicólogos le llaman sesgo de confirmación. De lo que se trata esto es de que interpretamos el mundo de acuerdo a las creencias que aprendimos desde niños.

Esto no sería gran problema de no ser porque algunas de esas creencias nos generan mucho dolor. Por ejemplo, yo aprendí de niño que los adultos no estaban dispuestos a escucharme. Lo curioso es que ya en mi vida adulta seguía actuando de acuerdo a esa creencia y reclamaba al mundo por no escucharme. Este reclamo a su vez hacía que muchas personas en efecto se alejaran, pues ¿quién quiere escuchar a alguien que habla con enojo (salvo, tal vez, otras personas igualmente enojadas)? Lo cual confirmaba la creencia de que nadie me escuchaba, cerrando así el círculo. Profecía autocumplida.

He notado que otras personas tienen una creencia similar, pero no lo procesan de la misma manera: ¿te has encontrado con esas personas que casi no hablan o que cuando lo hacen lo hacen tan tímidamente que parece que no creen que lo que dicen es importante? Nadie les pone atención. Profecía autocumplida.

¿Y qué tal con la creencia de que «el mundo es un lugar hostil», «todos los hombres (o todas las mujeres) son iguales», «soy enfermizo», «soy un inútil», «necesito una pareja para ser feliz», «tengo que hacer lo que los demás me dicen para que me aprecien», etc.? ¿Cómo moldearía tu vida cada una de estas creencias?

El punto es que las creencias se confirman a si mismas. Como dice una amiga: «la creencia busca congruencia».

Y qué tal las creencias que entran en conflicto, como por ejemplo: «ser un buen trabajador es quedarte hasta tarde» y «tengo que dedicar tiempo a mi familia».

Es por eso que me he interesado tanto por el tema. Trabajar directamente sobre tus creencias te permite hacer cambios reales en tu vida, aunque no es tarea sencilla. Es decir, si es una tarea sencilla (los ejercicios soy muy simples) pero implica un gran cambio en la forma en que vemos la vida. El mayor de todos, desde mi punto de vista, es volvernos responsables de nuestra vida en lugar de culpar a otros, a la suerte, o a la vida misma.

La buena noticia es que una vez que damos ese primer paso, comenzamos una travesía hacia una vida más libre, más ligera, y más disfrutable.

En el futuro hablaré sobre algunas formas para encontrar y desactivar las creencias.

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Acerca de JACH

Ingeniero, lector ávido, coach e incansable investigador de la motivación humana. En mi afán por entenderme mejor y al mundo en el que vivo, he pasado por psicoterapia, me certifiqué como coach (o casi, pero esa es otra historia), y actualmente estoy metido con una técnica llamada CMR muy interesante. Suena a cliché, pero he encontrado que el cambio tiene que venir del interior. Pero no sólo estoy entendiéndolo, sino que comienzo a vivirlo... y ese es un proceso que nadie puede hacer por mi.
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2 respuestas a Creencias: nuestra historia sobre la realidad

  1. El Bernie dijo:

    ¿y porqué?
    Me llamó mucho la atención tu primer oración «El día que mi hija cumplió dos años le dejamos comer los dulces que quiso». Supongo que normalmente no come los dulces que quiere por alguna razón (que puede ser que le duele la panza al día siguiente por ejemplo hehe). ¿Porqué enseñar que cuando uno festeja algo (cumpleaños, aniversario, graduación, meses, etcétera está bien hacer cosas que pueden hacernos daño? (unos lo hacemos comiendo lo que no nos hace bien, otros toman hasta perder la razón, otros hacen (hacíamos) demasiado ejercicio al grado que no podíamos movernos por semana… etc)…

    Decidí escribir el comentario porque yo me identifiqué con la situación, o mejor dicho usaba ese método de «premio» en cual buscaba algún pretexto para comer cosas que sé no me hacían bien y que normalmente no las comía para estar mejor en todos aspectos… pero llegaban «esos días depres» en que invariablemente acababa pidiendo el helado más grande, con pretextos de cualquier celebración y, si no había ninguna pues porque conviene: son sólo 60centavos de dólar más y te dan casi el doble!!!» La pregunta aquí es ¿porqué comprarlo si me hace daño? aunque sea una ganga no vale la pena…). Y qué me dices de la hamburguesa doble con extra tocino, de una vez ir el combo, y por sólo un poco más lo hacemos «extra grande»… que barato… échenme esas 1000 calorías extras al cabo ni las estoy contando…. Pero al día siguiente, como a tu hija, la panza me recuerdaba porque en días normales no comía así.

    Afortunadamente ahora estoy más atento y tengo herramientas para «arreglarme» antes de entrar en estos ciclos aunque tengo que aceptar que de vez en cuando «escojo» no arreglarme y darme un chapuzón en esas aguas antiguas. Generalmente trato de buscar un balance, aunque a veces es difícil encontrar el punto adecuado.

    Supongo que esta forma de actuar fue aprendida en algún lugar hace muchos años. Tengo que admitir que no he trabajado en la creencia en sí, haciendo CMR, sino más bien en los desbalances energéticos que me llevaban a estar en sintonía con esos rollos.

    Qué opinas? ¿tú cómo ves eso? ¿Cómo afecta esta creencia a la familia? si yo lo hago… ¿qué pasa con los que están a mi alrededor?

  2. Pingback: Y todos se reirán de mi | Camino al interior

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